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HISTORIA DE MÉXICO: El monarca desventurado

  • Natalie Taylor
  • 14 jul.
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 23 jul.

Entre las fechas memorables de México se encuentra el 9 de julio de 1832, el nacimiento de Maximiliano, quien jugaría un papel fundamental en la historia del país. Llamarlo desventurado es apropiado porque, como el protagonista de una tragedia griega, estaba condenado desde su nacimiento a tomar las decisiones que lo llevaron a la ruina. Nacido en Viena, Maximiliano fue el segundo hijo del emperador austriaco y siempre tuvo muy claro que nunca sería más que un archiduque, ya que el título de emperador recaería en su hermano mayor, Francisco José. El contraste entre las personalidades de los dos hermanos era marcado: Francisco José parece haber nacido para ser gobernante, con un carácter fuerte y dictatorial. Maximiliano, en cambio, era tranquilo e introspectivo, y le gustaba escribir poesía, perseguir mariposas y cuidar las flores de su jardín.


Francisco José se convirtió en emperador en 1848, y Maximiliano fue relegado al servicio militar. Aunque se distinguió en la marina y llegó a ser contralmirante de la armada austriaca, su poder distaba mucho del de su hermano mayor. Sin embargo, parecía feliz con su carrera naval, y contento con la comunión con la naturaleza y la escritura de poemas.


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En 1857, se casó con la princesa Carlota, hija del rey Leopoldo I de Bélgica, cuyas ambiciones eran mucho mayores. Carlota y Maximiliano se casaron en 1857; ella apenas tenía 17 años y él 25. Desde el principio, ambos sintieron que su destino era hacer algo históricamente significativo. Esto pareció hacerse realidad cuando Maximiliano recibió el título de virrey de Lombardía-Venecia, pero su intento de complacer a los rebeldes italianos resultó en la eventual pérdida de esa región por parte de Austria. Esto dejó a Maximiliano y Carlota sin el poder sobre ningún territorio; eran regentes potenciales sin reino, y esa carencia los lastimó a ambos. También fue una señal temprana de las ideas progresistas de Maximiliano.


Se retiraron a un castillo de cuento de hadas que construyeron en la costa adriática, cerca de Trieste. Ambos se aislaron del mundo, disfrutando de su vida privada. Carlota se pasaba el día tocando el piano y pintando, y Maximiliano diseñando los jardines y coleccionando mariposas. Pero Carlota se inquietó, sintiéndose como una princesa en el exilio; necesitaba la adulación de una corte y el poder de una monarquía. Insistía en presionar a su esposo para que encontrara un reino que gobernar. En pocos años, se presentó una oportunidad que presagiaba el poder que Carlota anhelaba.

El Castillo de Miramare: un refugio italiano junto al mar, donde Maximiliano cultivaba flores exóticas y pasaba los días soñando despierto y escribiendo poesía.
El Castillo de Miramare: un refugio italiano junto al mar, donde Maximiliano cultivaba flores exóticas y pasaba los días soñando despierto y escribiendo poesía.

Tras su independencia de España en 1821, México se vio envuelto en un conflicto entre liberales y conservadores. Los liberales querían un gobierno democrático, una república. Los conservadores, en cambio, esperaban el regreso de una monarquía mexicana, que devolvería el poder a la aristocracia y al clero. En 1822, Agustín de Iturbide reclamó el trono, dando inicio al primer imperio mexicano. Se vio obligado a abdicar un año después y en 1824 fue ejecutado.

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Cuarenta años después, los conservadores buscaban de nuevo a alguien que asumiera el trono y estableciera el segundo imperio mexicano. El candidato debía tener vínculos con la nobleza, y Maximiliano, descendiente de los Habsburgo, era un firme contendiente. Napoleón III, sobrino de Napoleón Bonaparte y emperador de Francia, ansiaba expandir el poder francés en América. En Maximiliano, vio a un joven ingenuo, fácilmente manipulable una vez instalado en el trono mexicano.


En 1863, una delegación francesa y mexicana se acercó a Maximiliano y lo invitó a convertirse en emperador de México. Maximiliano se sintió halagado, pero le preocupaba ser aceptado por los mexicanos y pidió pruebas. Unas semanas después, la delegación trajo un baúl lleno de cartas del pueblo de México, expresando su afecto y reverencia por el archiduque. Lo que Maximiliano desconocía —y quizá era demasiado ingenuo para siquiera cuestionarlo— era que la mayoría de esas firmas se habían obtenido bajo presión. ¡El pueblo mexicano no queria otro emperador!


Emocionados con la adquisición de un vasto imperio que podían moldear a su antojo, Maximiliano y Carlota llegaron al puerto de Veracruz el 28 de mayo de 1864. Así comenzó el Segundo Imperio Mexicano, con los jóvenes monarcas extranjeros adoptando los títulos de emperador Maximiliano I y emperatriz Carlota de México.

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Los conservadores estaban encantados con la instalación de un nuevo emperador. Esperaban que aprobara leyes que favorecieran su agenda. En cambio, se sorprendieron al descubrir que el joven emperador era un progresista que deseaba la igualdad de derechos para todos los ciudadanos y promovía los derechos de los trabajadores, en particular los indígenas. Quería educación para todos, estableció la academia de ciencias y literatura y apoyó la constitución de 1857, que había despojado de los poderes a la Iglesia católica. En otras palabras, se opuso a la mayoría de las políticas de los conservadores que lo llevaron al poder.


Todos los relatos parecen indicar que Maximiliano I amaba a México y a su gente. Anhelaba mejorar las condiciones de vida de todos y convertirse en un emperador amado. Viajó por todo el país, admirando los diversos paisajes y disfrutando del encuentro con la gente allá donde iba. El 13 de septiembre de 1864, Maximiliano I llegó a San Miguel de Allende para celebrar la independencia de México. Fue recibido con toda pompa en las afueras de la ciudad. Llegó en un majestuoso carruaje tirado por los mejores caballos y acompañado de una numerosa comitiva. La actual Casa de Europa, entonces una residencia privada, fue el lugar donde se alojó esa noche, y caminó hasta la puerta sobre una alfombra roja tendida ante él. Esa noche se ofreció un gran banquete en la casa de la familia Lambarri. El emperador Maximiliano pasó dos noches en San Miguel de Allende, visitando el Parque Guadiana, y luego dio el grito oficial de independencia en Dolores Hidalgo el día 15. Un comentario memorable provino del emperador cuando le mostraron la cripta en la Parroquia: «Esta cripta es digna de un rey».


El reinado de Maximiliano apenas duró tres años después de su visita a San Miguel. Como era de esperar, los conservadores se volvieron contra él, Napoleón III lo abandonó y retiró las tropas francesas. Maximiliano se negó a abdicar porque su madre insistía en que deshonraría a los Habsburgo. Maximiliano fue capturado en Querétaro, llevado a juicio y condenado a muerte. Benito Juárez, entonces presidente de México, rechazó todas las súplicas de clemencia. «No estoy matando a un hombre», declaró. «Estoy matando una idea».

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Famosa pintura de Édouard Manet que muestra la ejecución de Maximiliano y los dos generales que le permanecieron leales: Tomás Mejía y Miguel Miramón.


El 19 de junio de 1864, el emperador, de 34 años, fue fusilado en el Cerro de las Campanas, en la ciudad de Querétaro. Como había declarado Juárez, no se trataba simplemente de la muerte de un hombre, sino de la muerte de la monarquía en México.


Carlota, mientras tanto, había regresado a Europa para rogar a cualquier persona en el poder que ayudara a su esposo. Todos se negaron, incluido su propio padre, el rey Leopoldo. El estrés le provocó una grave crisis nerviosa, y la ejecución de Maximiliano fue el golpe de gracia. Enloqueció por completo y pasó el resto de su vida en una institución psiquiátrica. Carlota murió en 1927, después de haber vivido entro dos siglos.



 
 
 

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