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HISTORIA DE MÉXICO: La primera constitución, 3 de octubre de 1824

  • Natalie Taylor
  • hace 2 días
  • 5 Min. de lectura

A principios de 1821, tras once años de lucha por la independencia, la nación mexicana se declaró soberana e independiente de España. Esto puso fin a 300 años de dominio de la corona española, que comenzó con la llegada de Hernán Cortés en 1519 y su conquista del imperio azteca.


La transición a este nuevo estado tras la independencia no fue fácil debido a la rivalidad entre dos facciones por el poder: los republicanos, que deseaban una nación basada en paradigmas democráticos, y los conservadores, que creían que la monarquía era la mejor opción. Los conservadores ganaron la primera vuelta, ya que el 19 de mayo de 1822, Agustín Iturbide fue proclamado emperador con el nombre real de Agustín I.


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El primer Imperio Mexicano duró menos de un año, ya que Iturbide fue derrocado y exiliado en marzo de 1823. Regresó de Europa en 1824, sin saber que se le había impuesto una sentencia de muerte si volvía a México. Fue arrestado y ejecutado de inmediato. El gran intelectual mexicano del siglo XIX, Ignacio Ramírez, El Nigromante, explicó el motivo de su caída: «Iturbide no comprendía que México estaba cansado de tener en su vocabulario o memoria las palabras nefastas: emperadores, monarcas, dictadores, virreyes o altezas».


El fusilamiento de Agustin Iturbide
El fusilamiento de Agustin Iturbide

Tras el primer juicio a una monarquía, el pueblo mexicano optó por una república federal impulsada por los liberales. Eligieron como primer presidente a Guadalupe Victoria, uno de los insurgentes que lucharon por la soberanía durante la Guerra de Independencia. Fue durante su presidencia que se redactó la primera constitución, el 4 de octubre de 1824.


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La Carta Magna mexicana se basó en varios documentos internacionales, incluyendo la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, fruto de la Revolución Francesa. Esta introdujo el concepto moderno de constitución, que establece que para que un país tenga una, debe reconocer las libertades y los derechos de los ciudadanos y contar con una arquitectura institucional, es decir, la división de poderes.


Este documento sentó las bases para la organización de un gobierno federal republicano, con 7 títulos y 171 artículos basados ​​en una mezcla de ideales españoles y estadounidenses. Su estructura era similar a la Constitución liberal española de Cádiz de 1812, pero también se inspiró en la Constitución de los Estados Unidos de 1787.


La Constitución mexicana fue una mezcla de tres modelos: español, colonial y estadounidense, y dio como resultado un sistema único. Combinó las directrices derivadas de la Constitución liberal española y la Carta Federal de los Estados Unidos, aprobada en Filadelfia en 1787. Algunos de los conceptos más importantes establecidos fueron: soberanía nacional, derechos humanos, federalismo, separación de poderes y democracia representativa.


Los conceptos más importantes se encuentran en los primeros seis artículos, que declaran a los Estados Unidos Mexicanos un país libre e independiente. También estableció el alcance de su territorio, definió los diferentes estados de la República y la división de los tres poderes federales: legislativo, ejecutivo y judicial. Lo que la Constitución no hizo fue separar la Iglesia del Estado, ya que en 1824 se declaró el catolicismo como la única fe permitida. Pasarían 33 años y muchos cambios de gobierno antes de que esta fuera ratificada en 1857 durante la presidencia de Benito Juárez y la firme defensa de un estado laico por parte de Ignacio Ramírez.


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La importancia de la primera constitución fue el establecimiento de México como una República, lo que significó que la soberanía estaría en manos de la población, alejándose de la idea de legitimidad por derecho divino. Por primera vez, México, ahora un país independiente y soberano, no dependería de una potencia extranjera para definir cómo se organizaría la comunidad jurídica y política. Estableció la identidad del pueblo mexicano y sentó las bases para el establecimiento de una nación única. A lo largo de los siglos, el modelo ha experimentado una serie de ajustes y varias otras constituciones. Pero el documento redactado en 1824 fue el primer paso hacia un sistema democrático de gobierno. La separación de poderes fue otra adición extremadamente importante, creando un marco para el equilibrio de poder.


Aunque la Constitución de 1824 fue un paso en la dirección correcta, se quedó corta en muchos aspectos, creando líneas de batalla entre conservadores y liberales durante las siguientes cuatro décadas. La protección de los derechos individuales, por ejemplo, fue parcial. Se estableció la igualdad ante la ley y el derecho a la propiedad, pero no incluyó un catálogo completo de derechos individuales, parte esencial de cualquier constitución moderna. Tampoco abordó a grupos específicos que continuarían siendo discriminados durante muchos años: la población indígena y las mujeres. También se quedó corto porque no eliminó los privilegios militares y eclesiásticos, que otorgaban derechos especiales para estos grupos, a expensas de otros grupos explotados por esta clase. La Constitución de 1824 presentó una dualidad, ya que buscaba ser liberal y progresista en algunos aspectos, pero también mantenía estructuras de poder tradicionales que limitaban la plena extensión de los derechos individuales en la práctica. Los privilegios del Ejército y la Iglesia, así como la persistencia de la esclavitud, eran anomalías obvias dentro de un régimen liberal y serían fuente de futuros conflictos.


El comienzo del siglo XIX fue un período lleno de nuevas ideas sobre cómo las personas podían organizarse social, políticamente y legalmente. México no fue la excepción. En particular, se cuestionó la legitimidad del derecho divino, lo que también afectó a América, ya que, aunque la monarquía no existía allí, como colonia dependían de ella.


Tras la caída de Agustín de Iturbide como emperador, el debate se centró en si México debía ser una república centralista o federalista. La Constitución de 1824 finalmente optó por un sistema federal inspirado en Estados Unidos, pero con sus propios matices. El federalismo mexicano presentaba varias deficiencias típicas de un país recién formado que había soportado una larga guerra. El principal problema era la división del país en dos formas opuestas de concebir el gobierno. Los federalistas, reconociendo la diversidad de la sociedad, buscaban un gobierno federal con estados y municipios autónomos que contaran con sus propias constituciones y autoridades. Exigían la igualdad para cada una de estas secciones y se centraban en lograr la igualdad y la libertad para la mayoría de la población. Los centralistas, por otro lado, preferían que el poder se concentrara en un gobierno central, con los estados como simples departamentos con menor autonomía. Los centralistas se convirtieron en antagonistas políticos de los federalistas, lo que condujo a numerosas luchas, golpes de estado, encarcelamiento de opositores y ejecuciones durante las luchas de los años siguientes.

 
 
 
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