top of page
  • Natalie Taylor

HISTORIAS DE SAN MIGUEL: Un relámpago inesperado en una tarde común

Ni siquiera una pequeña nube cruzaba el claro y azul cielo de la tarde. Era el jueves 29 de junio de 1943 y todo estaba en calma en San Miguel de Allende. Aunque era el comienzo de la temporada de lluvias, ese día no había señales de posible lluvia. Hombres, mujeres y niños caminaban por la calle Juárez, algunos regresaban de misa en el Oratorio o La Salud, otros de camino hacia o desde el Mercado Ignacio Ramírez, la enorme estructura de piedra que entonces se encontraba en la Plaza Cívica.


 














El mercado Ignacio Ramírez, donde hoy hay una estatua ecuestre de Ignacio Allende


La gente caminaba por el extremo este de la calle, porque en la acera del otro lado unos hombres estaban trabajando en los adoquines, cavando un hoyo en el costado de la Iglesia de San Francisco. No había nada especial en esta tarde a medida que avanzaba hacia la noche.


De repente se escuchó un sonido explosivo, y aquellos que miraron hacia el cielo, vieron el destello de

un relámpago, inmediatamente después del boom. El campanario de la iglesia de San Francisco tembló y grandes trozos de cantera se desprendieron y cayeron, matando instantáneamente a dos de los trabajadores que estaban debajo. Lo que acababa de suceder era un extraño evento natural llamado rayo seco.


Es un fenómeno que ocurre en condiciones muy secas, donde la mayor parte de la precipitación se evapora antes de llegar al suelo. El mayor peligro es que puede provocar grandes incendios, porque el suelo suele estar ya bastante seco y la potente descarga eléctrica de un rayo puede incendiar edificios y árboles. Imagínese arrojar una cerilla encendida sobre un montón de leña, luego imagine que sobre esa leña descargue más de 300 millones de voltios. Ese poder es difícil de comprender.


Muchos residentes de San Miguel fueron testigos de esto y contaron sus historias ya sea por escrito o contándoselas a otros, preservándolas como historia oral. Uno de los relatos más detallados lo hizo el párroco que sirvió en la Parroquia durante esos años, su nombre era Padre José Mercadillo. Aquí está su historia:

Inesperadamente se oyó el trueno de un rayo y se cimbro la tierra. No habían pasado cinco minutos cuando llego un hombre que venía corriendo para decirme que fuera a confesar a los heridos del rayo. "¿Rayo? le pregunté. “Sí, del rayo, me dijo todo espantado. “Pero,¿cuál rayo?” “El que acaba de caer. ¡En San Francisco! “Vamos” le conteste, tomando en mis manos la ampollera de los santos óleos.

                Ilustración de Lorenzo Barajas, artista sanmiguelense, (1912-1974)

Nos fuimos corriendo y cuando llegamos al lugar de los hechos, el presidente municipal disponía que nadie se acercara a aquel sitio, y al verme me advirtió que fuera con precaución porque estaban aún desprendiéndose algunas piedras de la linternilla de la torre del templo.


Atendidos ya los heridos y después de administrar la extremaunción al muerto, me dedique a saber cómo sucedió la desgracia. El mismo presidente municipal me explicó que efectivamente cayo el rayo en seco sobre la linternilla de la preciosa torre del templo de San Francisco y la destrozo en el costado sur; que cayeron las canteras y piedras precisamente en donde unos peones estaban abriendo una zanja pegada a la banqueta del costado del templo, y como era natural, uno murió instantáneamente porque le cayó una piedra en la cabeza y los demás quedaron heridos.


Entraron al templo y encontraron muchos daños en el interior, aunque el coro estaba intacto. Luego se enteró de que había llegado a San Francisco un nuevo sacerdote esa tarde, y caminó hasta el convento contiguo para recibirlo. Quería saber por qué no lo habían llamado para atender a los trabajadores caídos, ya que estaba más cerca. El nuevo sacerdote, Fray Francisco de Landaverde, recién había llegado de Tlapujaua.


Le pregunte como es que no se dio cuenta de lo que había sucedido. “Llegue yo del tren, y me senté en una de las ventanas que están aquí arriba a ver la fachada del templo y este jardín.”


Al poco rato siguió diciendo, oí una detonación, y no me imagine que hubiera sucedido. Despues vi que la gente corría hacia el costado del templo, pero tampoco me imagine nada…


Entonces expliqué al reverendo padre todo, añadiendo: ¡Ah que modos tuvo San Miguel de recibirlo, mi padre, dándole en la mera torre!


Otra anécdota de aquel día la cuenta Luis Miguel Villarreal. Cuenta que su tío, Agustín Sautto, estaba apoyado en un poste de luz, observando a los trabajadores, cuando el rayo impactó en el campanario. La poderosa explosión arrojó a su tío en medio de la calle. Mi abuelo estaba en el escritorio de casa y lo vio volar y caer. Mi abuelo corrió y le dijo: “¿Qué te pasó Agustín, qué te pasó?” Y mi tío dijo: “Nada papá, solo un susto”.


Pero la herida fue más grave de lo que parecía en un principio, pues Agustín Sautto falleció a los pocos días del incidente. Soledad Gonzales fue otra testigo del suceso de esa tarde: yo era muy pequeña cuando ocurrió el rayo que derribó parte del campanario de San Francisco.


Soledad Gonzales fue otra de los testigos de esa tarde. Yo era muy chiquita, y mi mama tenía aun puesto al lado del templo, y yo estaba con ella. Aunque era una tarde despejada, de repente escuchamos un trueno y el rayo impactó en la torre y derribó algunos trozos de cantera. Cuando escuchó el rugido del trueno, mi madre se apoyó contra la pared y yo corrí hacia ella. Queríamos entrar a la iglesia, pero a esa hora estaba cerrada. Los pedazos de cantera nos pudieron haber matado porque cayeron casi encima del puesto de mi madre. El stand de al lado nuestro estaba cubierto de polvo. Entonces los camilleros vinieron corriendo a recoger a la persona que yacía en medio de la calle.


Maruja González, cuya familia vive en la ciudad desde hace varios siglos, relató: Mi tía Lupe nos contó que cuando un rayo cayó sobre el campanario de San Francisco, ella estaba en el jardín con otras personas. El badajo de la campana cayó sobre el borde de su falda. Ella entonces usaba esas faldas largas, y eso es lo que quizás la hubiera salvado, porque si le hubiera caído encima la habrían matado.


These were the firsthand accounts of that incredible afternoon, when nature decided to play a nasty trick on San Miguel de Allende. No rain, but a strong thunderbolt lit the sky instead.


Estos fueron los relatos de primera mano de aquella increíble tarde, cuando la naturaleza decidió jugarle una mala pasada a San Miguel de Allende. No llovió, pero un fuerte rayo iluminó el cielo. Para los que conocemos el templo y el jardín de San Francisco, un paseo por sus terrenos hoy puede traernos a la memoria un suceso que sólo conocemos a través de relatos de segunda mano. E increíblemente, algunas cosas no han cambiado en esos 60 años. Ciertamente, los árboles del jardín son mucho más grandes y tal vez estén mejor podados; la mayoría de las mujeres ya no usan faldas largas y sueltas, aunque algunas todavía lo hacen. Pero el edificio es el mismo, al igual que el cielo azul, e increíblemente, todavía vemos trabajadores arrancando adoquines y aceras a lo largo de la calle Juárez, tal como estaba ocurriendo en aquel memorable día de 1943.


66 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
End of post
bottom of page